Empático.
Estratégico.
Generoso.
Disciplinado.
Visionario.
Ejemplar…
Y un montón más de conceptos que escuché el otro día en clase de liderazgo.
Esto no es algo exclusivo de mi universidad, de hecho me da la sensación de que pasa de forma generalizada. Basta que vayas a cualquier biblioteca y cojas un par de libros sobre el liderazgo para que descubras que, para ser un gran líder, debes venir de Kripton, ser el hijo de Zeus o haberte caído en veinticinco cubas radioactivas.
Ojo, ni soy Steve Jobs ni soy Vallejo de Sngular. Tampoco llevo una empresa de cien trabajadores como Roberto ni tengo la experiencia como para poder opinar siquiera sobre si estos libros son realistas o no. Pero sí que tengo una empresa, gestiono equipos de personas y lidero proyectos de innovación. Y, como aquel día en clase, no puedo evitar hacerme una reflexión que hoy quiero compartir contigo:
¿Esto de liderar, es realmente así? ¿Es acaso el líder una especie de Supermán capaz de adaptarse perfectamente a la situación, inspirar una visión compartida y movilizar a todo el mundo para que todo suceda, suceda bien, y con un final feliz de estos sacados de un cuento de Disney?
Y, sobre todo: ¿existe esa fórmula mágica que lo convierte todo en causal o son más bien un conjunto de correlaciones?
Bueno, pues intentemos separar el humo de la paja.
El liderazgo empieza por uno mismo
Puesto que vivimos en la era del gurismo y la insensatez, donde abunda la mierda porque cualquiera puede opinar (por ejemplo, yo mismo, que puedo estar contándote una gilipollez y sin embargo la estás leyendo), considero esencial empezar por el principio.
Y el principio de un concepto es su etimología:
Liderazgo proviene del inglés, “leader-ship”, y se puede traducir como calidad, condición o estado de guiar o dirigir.
Para mi, la dirección comienza en uno mismo. Dicho de otra forma, el liderazgo comienza con el auto-liderazgo, pues considero que una persona incapaz de moverse a si misma será incapaz de mover a otros.
Según mi experiencia, el auto-liderazgo comienza con la responsabilidad. Y esto es importante, porque responsabilidad proviene del latín, “respons-abilis”, la habilidad de responder, de comprometerse con acciones.
Siempre que me preguntan digo lo mismo: para mi la responsabilidad es un síntoma de madurez. Y siempre pongo el mismo ejemplo:
¿Cuándo maduras?
Cuando dejas de ser un niño.
¿Y cuándo dejas de ser un niño?
Cuando dejas de culpar a la mesa por haberte reventado el dedo meñique contra una de sus patas, porque comprendes que la mesa es un agente externo y que el gilipollas eres tú. Dicho de otra manera: cuando comprendes que las consecuencias de tus acciones son responsabilidad exclusivamente tuya.
Y esto es importante, porque explica por qué muchos adultos que se autoperciben como tal quizás todavía sigan siendo más niños de lo que se creen. Quizás esta tendencia moderna de querer culpar y cambiar al resto por las frustraciones de uno mismo esté dejándonos una sociedad de inmaduros. Quizás sea un tema a reflexionar (pero no en este ensayo).
Volviendo al asunto: ¿qué quiero decir con esto?
Que en el paradigma actual, donde las tareas que realizamos los trabajadores no pueden ser automatizadas, se vuelve necesario prepararnos para tomar iniciativa, innovar y pensar creativamente. Considero que el líder actual es un líder de líderes, y no un líder de followers.
Y por eso tu equipo debe estar compuesto por personas madura, y por ende responsables. Responsables significa que son capaces de comprometerse con acciones, de actuar. Y, por tanto, como actúan, no se dejan llevar, sino que se llevan a sí mismos.
Y es después y solo después cuando el “líder” puede empezar a hacer su trabajo.
Esta es para mi la base. Y, sin esto, ya puedes leerte veinticinco libros de liderazgo, compromiso o dinámicas de equipo que estarás construyendo sobre una torre de naipes. Para poder liderar es necesario alguien que quiera ser liderado.
Mi experiencia me ha enseñado que esto suena sencillo pero no es nada fácil de comprender. Quizás muchas veces nos empeñemos en encajar círculos con cuadrados, pero siento arruinarte la paja: ni somos la NASA ni probablemente tengamos como equipo a la tripulación del Apollo 13. Si quieres trabajar heurísticos sigue aplicando los conceptos que lees en esos libros.
A mi no me han funcionado.
Y te explico por qué:
La naturaleza del problema determina la naturaleza de la solución
En ingeniería me enseñaron que los problemas reales suelen ser tan complejos que no podemos resolverlos sin acotarlos, sin delimitarlos por un contexto.
Y es que el contexto lo determina absolutamente todo. Por decirlo de alguna manera, el contexto es como nuestro campo de juego, nuestro conjunto de ingredientes. ¿Acaso no puedes hacer una sopa? Sí, seguro, pero si no tienes caldo y lo único que tienes son espinacas, difícilmente podrás hacerte una.
¿Me estoy explicando bien?
Pienso que de esta pequeña reflexión se deduce rápidamente el por qué no puede existir una manera de liderar, o un camino concreto para despertar el compromiso, o unas palabras en concreto para hacer que un miembro de tu equipo se motive, o mueva el culo, o haga lo que narices sea que quieras que haga. Resulta que el maldito contexto lo determina todo. Dicho de otro modo: no elegimos las cartas, ni las normas del juego. Nuestras decisiones se limitan a jugar lo que tenemos.
Así que no te frustres si llevas años intentando aplicar los conceptos de Simon Sinek, de las cincuenta biografías de Steve Jobs o de los cuarenta y cinco libros que tienes en tu estantería sobre liderazgo. Quizás no sea cuestión de que no seas un buen líder (que también puede ser), sino de que tu contexto no posibilita su aplicación.
De que estás intentando dar una buena solución al problema equivocado.
“No, Iván, pero es que esto que dices es por ego. Te estás auto-justificando para eludir tu responsabilidad con los otros. Tienes que ayudarles a cambiar. Se trata de empatía…”
Ego vs Empatía
No sé tú, pero yo no sé todavía qué cojones es el Ego. Veo constantemente a gente hablar de esto, desde perspectivas incluso aleccionadoras, con una soltura que me aterra.
Dudo sobre si, incluso, le hemos dado más pompa al asunto de la que tiene. Volviendo a la etimología: yo. Tan simple como la consciencia de la identidad personal de uno mismo, sin las connotaciones psicológicas más complejas que le hemos ido metiendo.
Consciencia (o mejor dicho auto-consciencia) significa reconocerse a uno mismo en el entorno (es decir, en un contexto).
“Pero es que el ego es malo… El ego es el enemigo del líder…”
Bueno, pues no tengo ni idea, la verdad, pero a mi me parece una chorrada. Partiendo de la base de que lo “bueno” o lo “malo” no son más que juicios humanos sobre el significado que le damos a algo, me parece simplista reducirlo en algo como “el ego es bueno” o “el ego es malo”.
El ego es el reconocimiento de uno mismo, la auto-consciencia de que existes. Otra cosa es que te pienses que eres el único imbécil en este mundo, o que eres más o menos que el resto.
“No, pero es que un líder tiene que tener empatía y para eso debe dejar de lado su ego…”
Que sí, que todo lo que quieras. Pero que por mucho que queramos meterle terminologías y herramientas lo único que conseguiremos es complejizar las cosas innecesariamente. De nuevo, etimológicamente: empatía significa sentimiento/padecimiento en/dentro. Es decir, comprender y compartir los sentimientos. Y ojo, dos matices aquí:
- Comprenderlos no es “expresarlos” o “externalizarlos”. Es entenderlos.
- Sentimientos no son emociones. Las emociones son impulsos incontrolables. Los problemas sentimentales derivan de problemas mentales, de ahí senti-mentales, ergo los puedes controlar según tu manera de pensar.
Aquel día en clase se habló de la relación entre ego y empatía como causas de un buen o mal liderazgo. Yo, personalmente, sigo sin entenderla.
Yo puedo ser muy empático y entender perfectamente que mi compañero ha llegado tarde porque se ha quedado dormido. Puedo saber lo que significa quedarse dormido, entender el contexto por el cual se acostó tarde y ponerme en su lugar. Puedo incluso entender que esto es algo que nos puede pasar a todos, y que eso no lo hace una mala persona. Que no se trata de mí ni de una competición para tocarme las pelotas. Aunque sea la tercera vez que lo hace. Puedo incluso sentarme con él para ayudarle a entender el por qué llega tarde, redactar un plan de acción conjunto y comprometernos a hacerle seguimiento durante las próximas semanas. Puedo incluso decirle que es un gran trabajador y que por eso necesito que llegue pronto, porque su papel es importante. Y todo esto será una pérdida de tiempo volumétrica, porque pasará una cuarta vez. ¿Por qué? Por mil razones. Porque puede funcionar o no, pero no es una causalidad. Porque A no genera B. Porque todo parte de la propia persona. Porque quizás, aunque quede muy bonito en el papel decir que Steve Jobs era un líder extraordinario, la realidad es que era un gilipollas insoportable, y que la razón de su éxito quizás tenía mucho más que ver con las personas que le seguían que de cómo él las lideraba.
Bueno, Iván. Pero vamos a ver:
Me dices que el liderazgo parte del auto-liderazgo. Que los libros no hablan de eso, sino de herramientas y cualidades que debe tener un ser humano para poder mover de su silla hasta a mi abuela la paralítica (y que si no las tengo no soy digno de llevar el cetro del liderazgo). Me expones que esto es una distorsión, y que si tengo gente que no se autolidera, aplicar las cosas que leo me van a servir de poco. Y me explicas que esto es así porque tratar de cambiar a una persona es sobreestimar tus capacidades y considerar que tienes un poder sobrenatural y que estás por encima del resto. ¿Quién soy yo para concluir que otro ser humano está errado? ¿Que su camino es incorrecto?
Pero entonces… ¿qué es liderar?
El liderazgo según yo
Para mi, el liderazgo se resume en servicio.
No soy muy partidario de esa postura heroica en la que una figura es capaz de transformar a otras. Sí, lo era antes, porque es reconfortarte al principio. Es divertido pensar que eres una especie de semidiós capaz de cambiar a las personas y al entorno.
Pero el mejor coach que yo he tenido (y pese a toda la milonga y los “expertos” que puedes encontrarte ahora) es un perfecto “sostenedor”. Ni un guía, ni una antorcha, ni nada que se le parezca. Ni “método GOAL” ni hostias en vinagre. La mejor analogía que se me ocurre es como estar sentado en medio de una sala vacía y oscura, y que de repente alguien dé la luz. Ya está. Quizás ese sea el trabajo de un líder (más que preocuparse de si está puliendo su ego o si de es un perfecto ejemplo). Dar en los interruptores que activan tu cabeza. Y para esto no hay que ser perfecto, ni tener veinte licenciaturas en liderazgo. Porque, en el fondo, no nos equivoquemos: el mérito es tuyo. Son tus interruptores. No soy yo el electricista que te los coloca. Si no hay interruptor, no hay luz. Y quizás por eso los libros no siempre funcionan. Porque no siempre hay interruptor.
Una vez me dijeron: “el mérito no es mío, es tuyo. Eres un buscador. Y un buscador siempre encuentra”.
Bonita manera de decirme que yo era el líder. Yo tenía el control. Solo necesitaba un poco de “luz”.
Últimamente (y tras tres años peleándome con un grupo de personas a las que teníamos que transformar en un equipo funcional) me gusta pensar que mi papel como Team Leader es el mismo que hace el agua en un motor de combustión: refrigerar.
Es curioso que un motor está compuesto por cientos, miles de piezas interconectadas, perfectamente diseñadas y con unas prestaciones asombrosas… y que si no circulase sobre ellas un simple chorro de agua se sobrecalentarían y dejarían de funcionar.
El agua hace un servicio: barre la casa, se lleva lo que sobra para que tú puedas dar tu mejor versión…
Quizás eso sea lo más parecido que encuentro a ser un buen líder: dejar que los demás hagan su trabajo, y circular de vez en cuando para descargar y tocar algunos interruptores. Claro, que esto no mola tanto como usar el método GOAL y parecer que sabes de lo que hablas. O como dar una charla inspiradora donde todos te miran con atención para que luego puedas atribuirte el mérito de los resultados
Por si te sirve de algo, yo creo que empecé siendo un gilipollas que creía saberlo todo, para terminar dándome cuenta de que en verdad sigo siendo un gilipollas que sabe bastante poco de nada. Pasé de buscar todo el tiempo el foco (protagonismo) a incluso abrazar más el silencio. Quizás debamos aprender a disolver algunas cosas, en lugar de buscar resolverlas. Quizás no se trate de ser Superman, ni de pulir el ego. Quizás ni siquiera se trate de empatía o proactividad. Sino de estar ahí, siendo tu mejor versión para ser, consecuentemente, la mejor para el resto. Quizás metemos más tensiones al sistema cuando intentamos implementar más y más tecnicismos a algo que es claramente complejo e irracional.
Quizás haya que dejar de ser menos robot y empezar a ser más humanos. Porque al final, el liderazgo se trata de personas. Y, como personas, si nos miramos el suficiente tiempo al espejo nos acabaremos viendo tirar un pedo. Y hasta el hijo de Zeus se tira pedos de vez en cuando.